Dagoberto Gutiérrez
Berta Cáceres era una mujer joven, de unos 35 años, con varios hijos y con la resistencia social dibujada en su rostro e instalada en su voluntad. Era una construcción de la sociedad hondureña, nacida y formada al amparo de la lucha heroica de ese pueblo que ha parido hijos e hijas valientes.
Se formó en esa escuela dura y golpeada de la resistencia, aprendió que se trata de un camino pedregoso en donde las victorias van acompañadas de frustraciones y los encantos también suponen desencantos, pero esta mujer llegó a encarnar en su pensamiento y en su acción la firmeza inquebrantable en la defensa de la vida, la vida de todos los seres vivos, los que tienen cerebreo y los que no tienen, porque ella supo que la vida de los seres humanos está en manos de la vida total. Entendió que los ríos, los bosques, la tierra, no son solamente el hogar de la humanidad sino que son la humanidad, pero que el capitalismo, al adueñarse de todos los bienes materiales deja de lado los intereses de los más débiles y desprotegidos de los seres humanos.
La palabra de Berta Cáceres resonó en los foros internacionales porque fue reconocida y premiada por su resistencia y sus méritos de luchadora social.
El movimiento popular hondureño es el más desarrollado y ramificado de Centroamérica y la lucha en defensa de los recursos naturales cruza de norte a sur el pensamiento y la acción popular. Por eso en Honduras, la resistencia pasa sin falta por la lucha ambiental.
Honduras es el país más extenso de Centroamérica, después de Nicaragua, y su riqueza en recursos naturales, convierte al país en una presa codiciada por las empresas transnacionales, y así, sus bosques, sus aguas, su riqueza minera, su biodiversidad, su riqueza arqueológica, son apetecido por los grandes capitales, en tanto que su territorio resulta adecuado para pistas aéreas y para el paso de droga que se mueve hacia el norte en busca del rico y apetecido mercado estadounidense
Como podemos ver, es una totalidad de negocios que concitan las alianzas más estrechas entre jefes militares, políticos gubernamentales o no, y empresarios extranjeros y locales.
Se trata de una plataforma de negocios dispuesta a borrar cualquier resistencia, a sangre y fuego y su capacidad de eliminar físicamente todo tipo de resistencia ha sido demostrada con el asesinato de Berta Cáceres cuya sonrisa ha recorrido el mundo y cuya muerte ha estremecido y producido reacción y condena de diversos organismos internacionales, pero para los poderes mercantiles que buscan hacer negocios usando el aparato de Estado, no hay ningún límite reconocido ni reconocible.
La resistencia al golpe de Estado contra Mel Zelaya puso en un primer plano de la lucha política al movimiento popular y marcó un momento de crisis del bipartidismo hondureño.
Para las fuerzas armadas de Honduras, dueñas del poder político y poderosa fuerza empresarial, ha llegado el momento de pasar al aniquilamiento directo de toda resistencia que obstaculice los negocios, que en Honduras enriquecen a camarillas a costa del bienestar del pueblo y de la salud de la naturaleza.
Esta es una etapa superior de confrontación que pone al país en un nivel de enfrentamiento que se aproxima a una guerra verdadera que confronta a bandos definidos: el bando popular que recoge a las organizaciones sociales de las que se nutren los movimientos sociales, políticos y populares, que organizan la resistencia en la sociedad hondureña. Esto se enfrenta a las camarillas militares, partidistas, empresariales, imperiales y transnacionales de todo tipo.
La decisión de asesinar a Berta Cáceres contaba con su peso nacional e internacional, sabía muy bien el impacto que iba a producir, pero tiene todo el afán de producir el terror necesario para paralizar la resistencia.
Se trata de un conocido elemento psicológico de toda guerra, en donde se anuncia la muerte con suficiente anticipación para ahogar cualquier ánimo, voluntad o interés de sumarse a la resistencia popular. Es lo mismo que practicó Josué, el de la historia bíblica hebrea, en la toma de la ciudad de Jericó cuando se inició la campaña militar, mediante la cual los hebreos usurparían las tierras de Canaán a sus legítimos dueños. Recordemos que Josué ordenó matar a todos los habitantes de la ciudad cumpliendo la voluntad de su Dios. Más recientemente, Hernán Cortés, en la batalla de Tenochtitlán, realizó la matanza de Cholula para ablandar la resistencia en la capital de los aztecas.
Esta es la misma decisión tomada por las camarillas militares hondureñas al asesinar a una dirigente popular de la estatura de Berta Cáceres.
Para el movimiento popular hondureño es necesaria la claridad sobre la urgencia de prepararse para una confrontación mayor, de levantar más alto sus banderas, de tal manera que el nombre de Berta y su lucha inspiren, muevan y promuevan una mayor resistencia poniendo en movimiento la dialéctica entre una represión mayor una resistencia mayor. No hay otro camino porque las rutas están trazadas en Honduras y por más piedras y espinas que en ese camino se instalen, no hay más alternativa que superar todos esos obstáculos, sobre la base de mayores alianzas, de nuevos entendimientos con distintos sectores, y de nuevas unidades con aquellos ideológicamente afines.
La vida y el gesto de Berta Cáceres iluminan hoy los caminos libertarios de Honduras, de Centroamérica y de América Latina.
No hay comentarios:
Publicar un comentario