jueves, 11 de febrero de 2016

El imposible sigue siendo posible


Dagoberto Gutiérrez

La carretera hormiguea, la gente va y viene, unos a pie y otros en bicicleta. Bastante de ellos, hablando o escuchando por el celular, mientras el sol de la tarde fusila todo con sus rayos.

Estamos en la carretera que se toma al doblar en el kilo 5, cuando vas hacia Acajutla y te dirigís al desvío de Ahuachapío, que es el que te lleva, 13 kilómetros después, al Parque Nacional El Imposible, en Ahuachapán.

El viento, en ráfagas intrépidas, mueve las ramas de los árboles, arrebata sombreros y cachuchas de las personas, desordena las plumas de las gallinas y los gallos, y hasta los perros esconden sus colas entre las patas en un esfuerzo para no perderlas en el vendaval.

Al final, y en las puertas del parque hay un hostal excelente, atendido por personas de la comunidad, sobre todo de San Miguelito, que es el último cantón, luego de recorrer Ahuachapío y El Refugio.

Los muchachos y muchachas que atienden a los visitantes son inteligentes en el trato personal, amables y simpáticos. Las habitaciones del hostal resultan increíbles, amplias y cómodas, mientras el viento constante no logra penetrar ni por el más mínimo agujero, y el viajero tiene las mejores atenciones, en medio de una quieta soledad proporcionada por la montaña. Un perro negro de nombre Ranger, sobreviviente de un grave accidente de tránsito, cuida la estancia en el comedor. También es prudente, muy serio y respetuoso. Parece ser codiciado por las perras del lugar, pero él, aparentemente, no muestra interés. Los conocedores dicen que se encarga de esas atenciones, de las 5 de la tarde en adelante y no son pocos los perritos de la localidad que son hijos suyos, pero no se da por aludido.

El imposible es un bosque que fue una finca perteneciente al expresidente, Rafael Zaldívar, aquel que introdujo reformas económicas y políticas allá por 1872, que estimuló el cultivo del café y la expropiación de las propiedades comunales de los campesinos pobres para organizar lo que sería después la oligarquía cafetalera del país.

Es una tentación insuperable recorrer el bosque para someter a prueba las capacidades físicas del viajero y descubrir ciertos secretos del bosque umbrío. La guía de nosotros, un pequeño grupo de 3 personas, es la Rosita Chinchilla, menuda y fuerte, gran caminante, tremenda conocedora del bosque, de su fauna y de su flora, saborea y conoce cada ruido y cada quejido de las ramas. Conoce la historia de cada árbol y hasta el amorío de esos árboles con otros. Conoce muy bien a los pajuiles, las costumbres de los tuncos de monte y la de ciertos tigrillos, hasta se le aparecen los venados.

Rosita tiene una paciencia de Job en el trato con algunos viajeros que son, además, turistas.

El Parque El Imposible muestra en cada sendero que ha tenido manos que lo cuidan, manos que lo estiman y lo arrullan, pero todos sabemos que ese primor con la naturaleza, siendo en realidad un primor con los mismos seres humanos, requiere de continuidad y de permanencia en el trato.

Los senderos del bosque El Imposible son como las arterias del cuerpo humano porque siempre te conducen a algún lugar, y aunque están dentro del bosque, pareciera que están dentro de cada viajero, buscando llegar a su corazón y a su capacidad de sorpresa. El sendero te conduce en silencio hacia un punto llamado El Mulo para ofrecerle a tus ojos, la visión de un abismo insondable que, según dicen, es el reino del Rey Zope, un ave de dos metros de envergadura, de color blanco, que cruza el aire con elegancia y sin prisa, pero que no gusta del espectáculo. El viento bufa en una especie de vórtice en el fondo del abismo. Se arremolina y de repente parece tirar hacia arriba una parvada infinita de aves de color negro que al subir en círculos, se fugan con rumbo desconocido. Seguimos subiendo y el sendero nos espera tranquilo y generoso mientras se acerca el mediodía.

Nos encontramos con variedades de árboles, aquí está el tempixque, aquel que fue diezmado para convertirlo en durmientes del ferrocarril, objeto de contratos codiciosos de las empresas inglesas constructoras. El tempixque se alza silencioso y elegante, sabe que sobrevive por la protección que el parque le da pero no lo comenta con nadie, no vaya a ser que regresen de nuevo las vías férreas.

El árbol de jiote aparece mágico y modesto, es el que se transforma cada día y se hace cruz en el mes de mayo, siempre se regenera y reconstruye, por eso le llaman también 7 pellejos. El árbol El Mulo, cuyo nombre indica lo fuerte que es, domina el bosque con su fuerza elegante. En fin, la arboleda es abundante e infinita, suficiente para asegurar el silencio del bosque.

Seguimos ascendiendo metro a metro y escalón por escalón, todo está definido, defendido y asegurado por manos bienhechoras, las que han cuidado el bosque. De repente, a la orilla del camino, como un rayo de vida insospechada, nos encontramos con un nido de colibrí recientemente abandonado. Se trata de una obra de arte de la naturaleza, una fineza extraordinaria construida con la saliva de un pajarito minúsculo. Es un tejido afanoso que parece vulnerable, suspendido de una leve rama de camino. Todavía mantiene al fondo el cascarón del ave que ahí nació; mientras, otros colibríes zumban por el lugar como si inspeccionaran el nido abandonado.

El viento cruza como culebra de fuego todos los rincones del bosque. Lo hace con premura y angustia, porque El Imposible expresa con abundante drama, los efectos del cambio climático. Es impresionante como la quebrada y la cascada de El Cacao, que era un espectáculo llena de fuerza y agua abundante, hoy lucen totalmente secas. Mientras el río El Ixcanal, alimentado por la quebrada, es un mínimo riachuelo que sueña con tiempos mejores.

El Parque Nacional EL Imposible es un dibujo de nuestro país, con su hermosura dolorosa, con su luz y su sombra, y merece nuestro amor, nuestro cuido y nuestra energía. Los escolares y universitarios de todo el país necesitan conocer sus senderos y sus recovecos. Deberán conocer y tratar a la comunidad que rodea el bosque para saber que ese bosque tendrá salud si la comunidad también la tiene. De no ser así, el bosque puede ser un objeto codiciado y debilitado.

Conocer El Imposible, recorrerlo y dialogar con él, es un ejercicio de humanidad y sobre todo de inteligencia. Esto es lo que la comunidad demuestra en su organización. No conviene olvidar que un parque es como el geranio de una maceta al sol, que necesita que lo rieguen y lo cuiden. Nunca hemos de olvidar que el bosque y la comunidad se necesitan mutuamente porque el primero regala su belleza, su oxígeno, su pureza, y la comunidad responde de este bosque y puede y tiene que hacerse bosque y amanecer con mucho ánimo y esperanzas.

El sol se oculta cuando partimos hacia el ruido y la contaminación de la capital, pero ya no somos los mismos, y de eso se trata, de recrearse cada día para no finalizar nunca.